Leyendo de aquí y de allá me encuentro con una cita que me ha gustado mucho:
"El mundo en el que vivimos es malo, Donato. Pero en medio de este mundo he descubierto a un grupo de personas santas y serenas. Son personas que han encontrado una felicidad que es mil veces más alegre que todos los placeres de nuestras vidas de pecadores. Estas personas son despreciadas y perseguidas, pero eso no les importa. Son cristianos, Donato, y yo soy uno de ellos". Cipriano de Cartago (siglo III) a Donato.
Se me ha ocurrido enlazar esta cita con el "victimismo", actitud de la que en ocasiones se acusa a los cristianos.
Soy creyente y me doy por aludido en lo del victimismo. Y aclaro que no lo hago por ser cristiano, ya que si fuera de verdad "cristiano" no protestaría tanto.
Respecto de este tema del victimismo se me ocurren varias cosas:
1.- En el plano personal, no somo víctimas ya que todo lo malo que nos pueda pasar lo compensa con creces la felicidad que se tiene cuando se imita a Cristo.
2.- Desde el análisis histórico, a pesar de lo mucho que se miente y se deforma la realidad cuando se habla de la Historia de la Iglesia -Cruzadas, Inquisición, Galileo...- y a que, en ese sentido, se podría hablar de un victimismo justo, la Historia se escribe día a día: la escribimos nosotros.
3.- Por comparación, no ya con Jesucristo, sino con el resto del mundo, me acuerdo de una cita de Joseph Ratzinger (hoy Benedicto XVI) en un Via Crucis en el que figuraba como coautor:
"Jesús participó realmente de la angustia de los condenados, mientras que nosotros —la mayor parte de nosotros- no participamos de los horrores de este siglo más que como espectadores. Esto lleva consigo una consideración de cierta importancia; pues lo curioso es que la idea de que Dios no puede existir, la desaparición total de Dios, se produce en aquellos que no son más que espectadores de los horrores que se dan, en aquellos que, acomodados en su sillón, contemplan lo terrible del mundo y creen haber cumplido con su obligación y haberse defendido diciendo: si existen tales horrores es que no hay Dios. Pero la reacción de aquellos que verdaderamente sufren es frecuentemente la contraria: precisamente en su sufrimiento descubren a Dios. En este mundo la adoración sigue saliendo de los hornos de los que fueron quemados, y no de los espectadores del horror. No es ninguna casualidad que el pueblo de la revelación, el pueblo que conoció a Dios y lo dio a conocer al mundo, haya sido el pueblo que más ha sufrido a lo largo de la historia, bastante antes de llegar a Auschwitz en los años 1940-1945. Y no es ninguna casualidad que el hombre más torturado, el que más sufrió —Jesús de Nazaret— haya sido el revelador, mejor dicho, haya sido y sea la revelación misma. No es ninguna casualidad que la fe en Dios provenga de un rostro lleno de sangre y heridas, de un crucificado, y que el ateísmo tenga su padre en Epicuro, en el mundo de los espectadores saciados.
De repente brilla en toda su claridad la seriedad misteriosa y para nosotros amenazadora de unas palabras de Jesús que muchos de nosotros habíamos apartado a un lado como inadecuadas: Antes pasa un camello por el ojo de una aguja, que un rico entra en el cielo un rico, es decir, alguien a quien le va bien, que está saturado de bienestar y sólo conoce el dolor a través del televisor, Tomemos en serio estas palabras, que nos amonestan precisamente en el Viernes Santo. Es cierto que ni necesitamos ni debemos buscarnos el sufrimiento y la angustia nosotros mismos. Dios manda el Viernes Santo donde y cuando él quiere. Pero debemos tener siempre presente —no sólo teóricamente, sino en la práctica de nuestra vida— que todo lo bueno es un don de él, del que hemos de responder. Y también debemos tener siempre presente —y nuevamente no sólo en teoría, sino en la práctica de nuestro pensamiento y de nuestra actuación— que junto a la presencia real de Jesús en la Iglesia gracias a los sacramentos, hay otra presencia real de Jesús en los más pequeños, en los que sufren en este mundo, en los que él quiere que nosotros sepamos encontrarle. Lo que cada año exige de nosotros la celebración del Viernes Santo es que renovemos en nosotros esta actitud."
No hay comentarios:
Publicar un comentario