lunes, 24 de septiembre de 2007

¿A quién beneficia la ayuda de 210 euros para alquilar pisos?

Me sorprende mucho ver cómo la prensa silencia algunas noticias importantes o algunos análisis bastante sencillos. Los medios de "derechas" dicen que si el gobierno da a los jóvenes 210 euros al mes para que puedan alquilar un piso, inmediatamente los propietarios subirán el precio de los alquileres y que, por tanto, los jóvenes van a tener las mismas dificultades para encontrar una vivienda.

Yo coincido en que esta medida no beneficia a los jóvenes arrendatarios. Lo que tengo claro y veo que nadie lo destaca es que esta medida beneficia a los propietarios de inmuebles y a los sectores más "pudientes" de nuestra economía. Sí, a esos que durante el "boom" inmobiliario compraron pisos por ser el mejor mercado para invertir; a esos que han ganado mucho dinero con un bien de primera necesidad... y a los que quieran seguir esa misma línea.

¿Qué podría pasar si, como dicen, continuara la actual crisis inmobiliaria? Pues que la actual crisis generaría un aumento de la oferta de inmuebles que, con un tipo de interés alto, bien habrián de venderse más baratos bien pasarían al mercado de alquiler de pisos. Si el número de pisos de alquiler aumenta (oferta) el precio del alquiler baja.

Si fomentas el alquiler, en primer lugar, aumentas la demanda. Un aumento de la demanda de pisos de alquiler produce inmediatamente el efecto de subir esos precios que habrían bajado por el aumento de la oferta. ¿A quién beneficia? A los propietarios de pisos. Y si, como dicen, la subvención se va a repercutir en el precio resultaría que un piso cuyo alquiler costara 750 euros, pasará a costar 960 euros. El chaval que alquila no se vería beneficiado y sí el que antes hubiese ganado 750 euros y ahora gana 960 euros.

En cuanto al mercado de compraventa de pisos, pues sí, el precio de los pisos bajaría, pero menos de lo que bajaría en caso de no fomentar el alquiler de pisos. Si se potencia el mercado de alquiler eso provoca una disminución de la oferta en el mercado de compraventa de pisos y, por tanto, ese descenso en el precio de los inmuebles que hubiese sucedido de no incentivar el alquiler, quedaría amortiguado. Y eso perjudica a las clases media y baja, a los propietarios que no tienen pisos para alquilar y a los que estaban "a puntito" de comprar un piso.

¿Y quién podría comprar esos pisos? El joven que sólo tiene dinero para alquilar, no. Pero el que tenga dinero para invertir -clase media alta-, sí.

Como de costumbre, cuando una medida del actual gobierno beneficia a los más ricos -como sucedió en la reforma del IRPF, con el apoyo de IU y ERC-, la derecha calla.

Aviso que a mí, como abogado, se me da mejor argumentar que hacer números. Me gustaría que algún economista opinara...

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Sobre "tolerancias", "fanatismos" y la imposibilidad de alcanzar la libertad del hombre desde el relativismo

He leído hoy un artículo que me ha gustado mucho. Lo transcribo íntegro y pongo en negrita la parte que más me ha gustado:

"Verdad y libertad

Si el fanatismo es una patología moral, no puede proceder de la verdad sino del error

Ignacio Sánchez Cámara.

Una reciente exposición que se exhibe en Madrid pretende fomentar la tolerancia y el diálogo entre las religiones. No es mala pretensión, pero el precio de la tolerancia y la convivencia en paz no puede ser la renuncia a la aspiración a la verdad. La verdad no sólo no perjudica a la libertad, sino que es condición inexcusable de ella. Lo que la deteriora y aniquila es el error. A veces parece que de lo que se trata es de excluir la posibilidad de la verdad religiosa y moral. Como si todo hombre que aspirara a la verdad, fuera en definitiva un fanático.

Si el fanatismo es una patología moral, no puede proceder de la verdad sino del error. Él mismo es un error. Tampoco se encuentra vinculado especialmente a la religión. Hace pasto de aquello que más importa a los hombres (fanáticos). Puede ser la religión, pero también la ideología, el deporte o la familia. El fanatismo es una cualidad de la persona, no algo relativo a algún ámbito especial de su interés.

Pocas cosas hay tan absurdas como la pretensión de acabar con el fanatismo por la vía de la erradicación de todas las religiones. También se olvida que muchos de los males que se imputan a las religiones no le son imputables a ellas sino a los poderes políticos que las utilizan para sus fines de dominación.

Los enemigos del cristianismo, y de la religión en general, aprovechan para sus fines la existencia del fanatismo religioso. Y utilizan el argumento contra todas las religiones. Un argumento que no emplearían para proscribir el deporte, aunque haya violencia deportiva; ni la familia, aunque haya violencia familiar; ni la política, aunque haya violencia política. Y lo utilizan contra todas las religiones, sin hacer distinciones entre ellas.

Pero tratar de manera igual lo que es desigual, es camino seguro hacia la injusticia. No todas religiones son igualmente fértiles a la hora de generar violencia e intolerancia. No es lo mismo, en este sentido, el cristianismo que el islam, ni el budismo que el judaísmo. Ninguna otra religión como el cristianismo ha promovido la democracia, la separación entre la iglesia y el Estado y la tolerancia.

La prueba es que apenas existen democracias en naciones que no hayan vivido bajo una prolongada influencia de la cultura cristiana. Por eso resulta absurda la animadversión hacia el cristianismo que exhiben la mayoría de los progresistas y laicistas que tratan por igual a todas las religiones, cundo no culpan al cristianismo de unos errores mucho más imputables a las demás. Ninguna otra religión ha fomentado tanto la dignidad de la persona y el valor de su libertad, la existencia de derechos inherentes a la persona, y la necesidad de la tolerancia y del diálogo entre las religiones.

La verdad no es enemiga de la libertad. Por el contrario, es condición esencial de ella. No hay peor servidumbre que la del error. Precisamente por eso el relativismo no sólo no es aliado de la tolerancia sino que es enemigo de ella, porque o bien la destruye, o bien la hace irrelevante o innecesaria.

La destruye porque una tolerancia absoluta actúa contra ella misma. La hace irrelevante o innecesaria, porque sólo es necesaria la tolerancia si existen la verdad y el error. Se tolera lo que se considera equivocado, pero aquél que niega la verdad no necesita la tolerancia.

Fanático no es quien cree vivir en la verdad, sino quien pretende imponerla por la fuerza a los demás. No hay peor fanatismo que el de quienes niegan la posibilidad de la verdad. El relativismo no es un aliado de la tolerancia, sino que socava y destruye sus cimientos."

martes, 11 de septiembre de 2007

Carta de un musulmán a un sacerdote iraquí asesinado junto a tres diáconos

En nombre de Dios, clemente y misericordioso, Ragheed, hermano mío,
Te pido perdón, hermano, por no haber estado a tu lado cuando los criminales abrieron fuego contra ti y tus hermanos, pero las balas que han traspasado tu cuerpo puro e inocente, me han traspasado también el corazón y el alma.
Fuiste una de las primeras personas que conocí a mi llegada a Roma, en los pasillos del «Angelicum» [la Universidad Pontificia de Santo Tomás, ndr.], donde nos conocimos y donde bebíamos juntos nuestro «capuchino» en la cafetería de la universidad. Tú me habías impresionado por tu inocencia, tu alegría, tu sonrisa tierna y pura que no te abandonaba nunca. Yo no puedo dejar de imaginarte sonriente, feliz, lleno de alegría de vivir. Ragheed para mí es la inocencia hecha persona, una inocencia sabia, que lleva en su corazón las preocupaciones de su pueblo infeliz. Recuerdo el día en el comedor de la universidad, cuando Irak estaba bajo embargo y tú me dijiste que el precio de un solo «capuchino» habría podido colmar las necesidades de una familia iraquí durante todo un día, como si te sintieras de algún modo culpable de estar lejos de tu pueblo asediado y de no compartir sus sufrimientos...
Luego volviste a Irak, no sólo para compartir con la gente su destino de sufrimientos, sino también para unir tu sangre a la de miles de iraquíes que mueren cada día. No podré nunca olvidar el día de tu ordenación en la Universidad Urbaniana... Con lágrimas en los ojos, me dijiste: «Hoy he muerto para mí»… una frase muy dura.
Inmediatamente no la comprendí bien, o quizá no la tomé en serio como habría debido... Pero hoy, a través de tu martirio, he comprendido esta frase… Tú has muerto en tu alma y en tu cuerpo para resucitar en tu bienamado y en tu maestro y para que Cristo resucite en ti, a pesar de los sufrimientos y las tristezas, a pesar del caos y la locura.
¿En nombre de qué dios de la muerte te han matado? ¿En nombre de qué paganismo te han crucificado?… ¿Sabían verdaderamente lo que hacían?
Oh Dios, nosotros no te pedimos venganza o represalia, sino victoria… victoria de lo justo sobre lo falso, de la vida sobre la muerte, de la inocencia sobre la perfidia, de la sangre sobre la espada… Tu sangre no habrá sido derramada en vano, querido Ragheed, porque ha santificado la tierra de tu país… y tu sonrisa tierna seguirá iluminando desde el cielo las tinieblas de nuestras noches y anunciándonos un mañana mejor.
Te pido perdón, hermano, pero cuando los vivos se encuentran, creen que tienen todo el tiempo para conversar, visitarse y decirse los propios sentimientos y los propios pensamientos… Tú me habías invitado a Irak… Yo soñaba siempre con ello... visitar tu casa, a tus padres, tu despacho… No habría nunca pensado que sería tu tumba la que un día visitaría o que habrían sido los versículos de mi Corán los que recitaría para el reposo de tu alma...
Un día, te acompañé a comprar objetos de recuerdo y regalos para tu familia en vísperas de tu primera visita a Irak tras una larga ausencia. Tú me habías hablado de tu trabajo futuro: «Querría reinar sobre la gente sobre la base de la caridad antes que de la justicia», me habías dicho. Entonces me era difícil imaginarte como «juez» canónico… Pero hoy tu sangre y tu martirio han dicho su palabra, veredicto de fidelidad y de paciencia, de esperanza contra todo sufrimiento y de supervivencia, a pesar de la muerte, a pesar de la nada.
Hermano, tu sangre no ha sido derramada en vano... y el altar de tu iglesia no era una mascarada… Tú has asumido tu papel con profunda seriedad, hasta el final, con una sonrisa que nada podrá apagar… nunca.
Tu hermano que te quiere:
Adnan Mokrani
Roma, 4 junio 2007